Polígonos sin obreros
Esta semana se presentó la EPA (Encuesta de Población Activa) que publicó unos datos nada alentadores y eso que la estadística sólo recoge los efectos de las dos primeras semanas del confinamiento (del 15 al 31 de marzo) y obvia los ERTEs. Además, ayer la Organización Internacional del Trabajo ofreció más números para el desaliento. La emergencia sanitaria mundial ha provocado, en el primer trimestre de 2020, la pérdida de un volumen de horas de trabajo equivalente a la jornada laboral, completa, de 365 millones de curritos. La OIT advierte, además, de que el bicho ha puesto en riesgo de cierre a 436 millones de negocios. Con estas cifras nos plantamos en las vísperas del Primero de Mayo, el Día Internacional del Trabajador con el que se conmemora a los ‘Mártires de Chicago’, pioneros del sindicalismo ejecutados en 1886 por reclamar mejoras laborales.
Aunque el Primero de Mayo es un día venido a menos, no habrá manifestaciones en Logroño ni en ningún otro lugar. El estado de alarma no las permiten y la ciudadanía, trabaje o no, no está para exhibiciones de impotencia. La fiesta hace tiempo que ha dejado de tener sentido en una sociedad precarizada sometida a la intemperie laboral. Además, ni la clase política atiende sus demandas ni los sindicatos -una casta como cualquier otra- propone consuelo. Eso sí, que nadie dude de que si el confinamiento se decretase el 5 de mayo, habría gente que culparía al 1 de Mayo de todos los pandémicos males. Es muy fácil cargar la culpa sobre los más débiles.
Logroño presume de ser una población industriosa aunque hace tiempo que dejó de contar con una industria poderosa. Antes de que la globalización impusiera su tiranía, la capital contaba con una equilibrada mezcla de trabajadores del primer sector, una poderosa base obrera y un incipiente sector terciario. Con la terciarización de la sociedad, los polígonos parecen vestigios del siglo XX aunque el poco músculo industrial que conservan nuestras ciudades se encuentran ahí.
La capital dispone de cuatro, casi todos (salvo el del Cortijo, pequeño, casi desconocido pero no insignificante) miran a la N-232, nuestra salida natural. La Portaleda (I y II) es el más conocido, encajado entre La Estrella, Varea y Villamediana. Pasando el Ebro se encuentra Cantabria (I y II nuevamente) mientras que a su espalda se desarrolla Las Cañas, el último en llegar, un polígono casi en obras que se alza junto a Oyón. Frente a El Cortijo se localiza el Polígono Casablanca. Tributa en Álava pero muchas de sus empresas fueron riojanas y sus trabajadores lo siguen siendo.
Recorrer estos días los polígonos invita a la nostalgia. Por lo que fueron, por lo que son y porque el bicho les tiene de rodillas desde el 14 de marzo. Aquí se ubican oficios que se niegan a desaparecer como el de las caldererías, marmolerías, esmaltaciones y carrocerías. Junto a ellos se ubican sectores que nunca pasarán de moda como talleres, concesionarios y metalisterías. Y, fruto de la evolución, negocios que ganan pujanza como el de la logística y los mayoristas (GM Cash, Top Cash, etc.) así como alternativas al ocio en busca de instalaciones baratas a tiro piedra de Logroño: karting, boleras, parque de aventuras, etc. Nuestros polígonos incluyen, además, un buen número de bodegas de Rioja.
Perica, Oximesa, Orona, Grante, Riojacar, Talleres Ruiz, Hierros Rezola Marrodán, Almacenajes Logroño, Petroplast, Seyma, Ballestas Beni o Talleres Lozano, a este lado de Logroño, y Perfiles Rioja, J. Larroyt (fábrica de botones), Nortesa, Hilario Cabezón, Ferrallas Belman y, sobre todo, Standard Profil al otro lado de la circunvalación dan fama a La Portaleda, casi integrado en la ciudad. Para llegar a Cantabria hay que pasar la depuradora, que huele a lo que huelen estos negocios, y el Ebro. Entonces te invade el olor a café y reaparece Standard Profil, La Industrial, Maderas Zubizarreta, Cristalerías San Mateo, Agrisa o Cooper Standard. Aquí se ubica la empresa Zahoransky. Si hacen caso a su lema (‘Perfectly different’), ninguno de sus trabajadores debería estar en ERTE. Eso al menos espero.
El Polígono de Cantabria linda con Navarra. Logisiete tributa en la comunidad foral; Mayoral, en principio, no. Es nuestra última empresa. Cantabria se diluye en la calle Las Cañas, que lleva al polígono homónimo tras dejar atrás Seur, Plásticos Karey, Vental, Embalajes Scrich y Exclusivas Zabaleta, desde ahí Oyón casi se puede tocar. Ismael Andrés, que estuvo muchos años en Cascajos (que fue el polígono textil por excelencia de Logroño), y el concesionario de Audi hacen frontera con Álava. Volviendo a Logroño, en la Carretera de Navarra aún quedan empresas: Granja Las Nieves, Viña Ijalba y Hormigones Cantabria. Bajando la Cuesta Pavía, la Redonda nos saluda en la distancia.
Así está el cinturón industrial que nos rodea en vísperas del Primero de Mayo. No es poco, la verdad, pero es mucho menos de lo que fue.
Por cierto, hoy se nos escurre entre las manos abril, el mes más cruel. Además es el 75 aniversario del suicidio de Hitler, responsable directo de la muerte de 75 millones de personas. El villano no puedo poner de rodillas a media humanidad como sí lo ha hecho el bicho, causante de lo más parecido a una guerra mundial que vivirá muchas generaciones. ‘¿Quién me ha robado el mes de abril?’ cantaba Sabina. La respuesta está clara aunque quizás a partir de mayo se diluya la sensación de pérdida y de derrota.






