Lo más cerca del paraíso
Sé que están saturados de tantas malas noticias y por eso hoy sólo les traigo buenas. No es tan difícil. El Marca lleva 80 años sin dar una mala noticia del Madrid (y ninguna buena del Barça) y sigue siendo el diario más leído en España. Por eso, si pensáis que el fin de semana no ha podido ser peor, recapacitad. El bicho nos ha librado de Eurovisión (no teníamos opción alguna y la edición del año que viene se la lleva Italia, se lo merece), nuestros clubes llevan dos semanas invictos, la prórroga del arresto domiciliario aún no es oficial, el confinamiento también se aplica para los suegros y, por vez primera en mucho tiempo, llegamos al lunes con dinero en los bolsillos. ¿Hasta cuándo? No lo sé.
Todo esto son verdades subjetivas que quizás no alegren a todo el mundo. Lo verdaderamente objetivo es que ha llegado la primavera y que al barrio del El Cortijo, como al ‘olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido’ de Machado, ‘algunas hojas verdes le han salido’. El Cortijo es, ahora mismo, lo más cerca que se puede estar del paraíso sin salir de Logroño. Además camino del paraíso, las huertas lucen espectaculares. Las coliflores, el brécol y los romanescus se agostaron, pero todavía quedan repollos y las alcachofas están para untar con aceite y jamón. En nada habrá habas y, poco después, cebollas, tomates y alubia verde. Los perales también están en flor. El bicho no puede con ellos. Sólo es cuestión de esperar para comernos la primavera a bocados.
Para llegar al paraíso hay que dejar atrás El Cubo, enfilar la LR-441 y caminar. Por el lado derecho, tras despedirnos del Camino de La Harinera y las instalaciones del Berceo, nos encontramos con Muebles Cabello así como Maquinaria y Herramientas Barrasa, en lo que viene a ser el inicio del Polígono Industrial El Cortijo. Después irrumpen Spadel, cerrado, y Rent and Music, chapado, junto a Entreacerox. Esta empresa pertenece al Grupo Ananda y, de momento, trabaja con normalidad. Emplea a una veintena de trabajadores y son los responsables de la cúpula de la Estación de Autobuses, la obra civil más importante que se acomete en la capital. «Mientras nos lo permitan, vamos a seguir trabajando», asegura Luis Ramírez. «La alimentación y lo sanitario son esenciales pero hay nóminas que cubrir y tenemos que seguir pagando impuestos», completa. Sabe que si ellos también paran, si todos paramos, no va a haber dinero para tanto ERTE.
Más adelante se encuentra Rioverde, cuyo aparcamiento cobija en la actualidad más coches que el del CIBIR. Después viene la Residencia de la Tercera Edad Monte Rincón, la huerta de los Espert, Karting Rioja (que hace más de una década acabó con la paz de la huertas), Rinaldi, las antiguas dependencias de Iber Rioja Cárnicas, Indekit y, mucho más adelante, Gasóleos López Araquistáin Hermanos. De ahí a El Cortijo, un paseo.
Se entra por las calle La Serna y, un poco más adelante, uno se topa con una divertida tertulia. Los tres bares del pueblo (El Frontón, 7 Valles y La Terraza, que en mi opinión sigue siendo el mejor sitio para tomarse una cerveza en verano sin salir de Logroño) están clausurados, al igual que la Iglesia de Santa Margarita, de manera que la tienda de El Rincón de El Cortijo, el único establecimiento abierto en todo el pueblo, ejerce de lugar de reunión. En el pueblo están los que viven todo el año. El resto se ha quedado atrapado en Logroño.
Los vecinos aceptan a los tertulianos que suben desde Chernóbil a condición de conversar desde la distancia «porque el bicho es muy gordo pero si estás a dos metros se cae al suelo». «Lo han dicho en la tele», aseguran. Ni ellos ni yo nos inventamos nada. Están en la gloria, se respira aire fresco y, aunque la policía y la guardia civil pasan todos los días, no han perdido todo lo mucho que hemos perdido los logroñeses. No se han leído el BOE para saber que pueden seguir haciendo lo que hacían antes. «Nos han quitado los bares», lamentan. En eso estamos igualados. Por ahora, no tienen la sensación de reclusión que tenemos nosotros. «Yo voy a vigilar los animales y luego regreso a casa con la mujer», afirma uno. «Yo hasta la tarde no me meto en casa. Me voy a El Calvario o a lo que sea», le responde el otro.
Son unos privilegiados. El bicho no les ha quitado nada. Pueden bajarse al río, rodear la Vía Verde y, si se ven con ganas, caminar por el GR-99. Esta senda perfectamente señalizada les lleva a Fuenmayor y a Logroño, dejando atrás la Plaza de la Iglesia, la antigua escuela (convertida en biblioteca y ambulatorio) y las piscinas. A medio kilómetro, se levanta uno de los mejores miradores que tiene Logroño. Desde ahí, el Ebro se puede hasta tocar, al igual que La Serna, ya en territorio alavés, y Fuenmayor. Al fondo queda la Sierra de Cantabria (que en el Instituto Geográfico Nacional la llamen como quieran) y, si uno cierra los ojos, se intuye Vitoria. Ahí esta el frente norte de la guerra contra el bicho, con Txagorritxu, junto al San Pedro, como principales escenarios de una batalla que se libra en hospitales públicos y con servidores públicos.
Para volver a Logroño, bajo de nuevo a El Cortijo y enfilo por El Trujal. Antes he tenido tiempo de recorrer la calle Esteban Melón, Catedrático. No hay calle más simpática.
En el retrovisor se queda El Cortijo, Las Rosas, Río Jardín, el Matadero, Autoescuela Sarramián, La Isla, Exterior Plus (antigua Metalistería J. Rubio) y Villa Valhondo. En nada surge la Ermita de El Cristo (lo normal por estas fechas es que todos los viernes hubiera romería pero este año no toca.) y, con ella, Logroño, madriguera en la que se esconden 150.000 topos, figurantes, reales, de La Trinchera Infinita.
Acabo el paseo con un mensaje que nos llega desde el pasado. Lo firma Giacomo Matteotti y lo escribió en 1921: ‘Quedaos en vuestras casas, no repondáis a las provocaciones. Hay momentos en los que el silencio y la cobardía resultan heroicos’. Este es uno de ellos. Todavía no nos han robado la primavera. En abril la recuperaremos.






