«Escribir sobre La Rioja tenía para mí una responsabilidad enorme, no podía mostrar un ápice menos de lo maravillosa que es mi tierra»
Feli Agustín / Logroño
Con las páginas de su nueva novela, A merced de un dios salvaje, a punto de abrirse hoy en las librerías de todo el país, Andrés Pascual (Logroño, 1969) ya tiene pergeñado el argumento de la que será su segunda historia de la saga Rioja. Se muestra muy ilusionado a la vez que nervioso por la recepción que tendrá su primer trabajo ambientado en su tierra, un thriller psicológico que se desarrolla entre las viñas de Rivas de Tereso o las bodegas de San Vicente, donde lectores, con suerte de todo el mundo, pisarán también calles de Haro, Nájera o Logroño.
Tras recorrer paisajes exóticos, del Amazonas al Tibet, no solo es su primera historia en España, es su primera novela en La Rioja.
Hace mucho tiempo que quería escribir una historia con la Rioja como escenario, pero estaba a al espera de la trama ideal. Un día, visitando una viña, conocí a un niño, Raúl, cuya enfermedad, el Síndrome de Dravet, fue la chispa que prendió el argumento de la novela.
¿Y por qué fue la enfermedad de Raúl el acicate?
Cuando conocí la historia de Raúl, como él y su familia luchan contra esta terrible epilepsia infantil, y supe de la épica y el heroísmo que entraña vivir con algo así sin hincar la rodilla y conseguir que tu hijo brille más que ninguno, me di cuenta de que en nuestra tierra ocurría lo mismo. Si tenemos la peor tierra del mundo y hacemos el mejor vino del mundo es porque nuestras cepas, en vez de venirse abajo y convertir La Rioja en un secarral, han optado por esforzarse al máximo y profundizar sus raíces hasta límites insospechados para alcanzar esas gotitas de mineral que depositan en cada grano de uva, convirtiéndolos en únicos.
¿Es, entonces, también una historia sobre la perseverancia y la lucha cotidiana?
A merced de un dios salvaje hace alusión a esa sensación que a veces tenemos de que el destino está contra nosotros. Frente a ello, hay dos opciones, claudicar y pasar el día lamentándonos, o bien sacar el héroe cotidiano que llevamos dentro y enfrentarnos a la situación, desplegando lo mejor de nosotros mismos.
¿La había concebido siempre como un thriller psicológico?
Sí. Quería jugar con el contraste entre el escenario idílico de nuestras viñas, y una trama opresiva y angustiosa, llena de tragedia. Y para ello era ideal el ambiente misterioso de las bodegas clásicas, con calados subterráneos llenos de oscuridad, humedad y silencio.
El entorno rural es clave también para el desarrollo de la trama.
Nuestros pequeños pueblos son microuniversos donde todo está conectado. Todos los vecinos están, de algún modo, unidos por las raíces para lo bueno y para lo malo. Hay conflictos familiares que se entierran durante años hasta que llega un momento en que salen a la superficie y se llevan todo por delante. Yo así lo he visto en mi trabajo como abogado de familia en la comarca, donde he asistido a conflictos que se pasan de generación en generación. Me parecía fascinante que la novela se iniciarse con alguien que llega de fuera y desentierra secretos ocultos.
La novela discurre en dos épocas distintas, la actual, contada en primera persona, y la pasada, por un narrador omnisciente.
Si, se trata de una trama de espejo entre dos niños idénticos pero separados por veinte años, que parecen condenados a sufrir el mismo destino dramático. La primera persona en la trama actual consigue que el lector viva como propios los acontecimientos que suceden de forma trepidante, con ritmo cinematográfico. La tercera persona en el pasado me daba la oportunidad de que cada capítulo estuviera narrado por la voz de quien lo protagoniza: el bodeguero, la tata que cuida a los niños, la hija rebelde…
¿Le ha supuesto una carga de responsabilidad escribir su primera novela riojana?
Sí, no quería que fuera un libro más; quería que fuera un antes y un después en mi carrera; de hecho, han pasado casi cuatro años desde que surgió la idea hasta que ha visto la luz.
¿Conoce mejor La Rioja tras esta novela?
Totalmente. Al escribir la novela tenía otro reto, contemplar la Rioja con ojos de niño, con ojos de curiosidad y sorpresa. Mi bagaje de abogado riojano era muy útil porque podía dotar al texto de mil matices, pero al mismo tiempo no debía perder esa forma de mirar los escenarios como si fuera la primera vez, fascinándome con cada detalle. Escribir sobre La Rioja tenía una carga de responsabilidad enorme porque no podía mostrar en el libro ni un ápice menos de lo maravillosa que es mi tierra. Cada enclave, San Vicente, las aldeas de la Sonsierra, Briones, Haro, Nájera o Logroño, tienen historia para dar y tomar, así como tradiciones que espero dejen boquiabiertos a lectores de todo el mundo.
Tan es así que ya piensa en una saga.
Ni más ni menos. La segunda parte ya la tengo en la cabeza; no me quiero mover de aquí, quiero utilizar otros muchos escenarios de nuestra región y no veo el momento de ponerme a ello. No obstante, quiero dejar claro que la historia de este libro empieza y termina.
¿Tenía ganas de escribir un thriller?
Yo ya había filtreado con el género en Edén e, incluso en El guardián de la flor de loto, mi primera novela, pero sí, quería escribir un thriller al uso. Estoy también contento de haber escogido protagonistas que no son policías, sino gente de a pie, lo que permite ver las cosas desde el punto de vista de una familia. Desde este planteamiento, se parecería más a la trilogía de Millenium, en el sentido de que los misterios que esconde una familia se desentrañan desde dentro.
¿Ha seguido la tendencia imperante del mercado para adentrarse en este género?
En absoluto, para escribir algo que les llegue a los lectores tiene que salir de tu propio corazón; no se puede convencer al lector con artificios.






