El pueblo más vivo del valle
El valle del Oja, a la altura de Santurde de Rioja y Santurdejo, se abre camino de Santo Domingo de la Calzada, ofreciendo campos fértiles para el cultivo de cereal, patatas, caparrones y choperas interminables.
Prácticamente equidistante entre la cabecera de comarca, Santo Domingo de la Calzada, y la villa más turística de La Rioja, Ezcaray, Santurde de Rioja es uno de los municipios más vivos de la zona y eso que sólo tiene 286 vecinos censados (en 2009 llegó a tener 361).
Santurde funge como pueblo pero no tiene nada que envidiar a localidades con mucho más tronío, músculo económico y, por supuesto, mayor población.
La escuela del pueblo, adscrita al Colegio Rural Agrupado del Valle Oja-Tirón, cuenta con 19 alumnos, todos de Santurde salvo los dos escolares que llegan todos los días lectivos de Villarta-Quintana (a 18 kilómetros por carretera, aunque ambos están separados por un par de montes). Pocos municipios, en el valle y en toda la región, pueden presumir de tener una escuela abierta.
Santurde no tiene hoteles pero cuenta con cuatro casas rurales, frontón cubierto y piscina (llegó a tener piscina climatizada, la única en La Rioja Alta con excepción de las existentes en Haro y Nájera), iglesia y ermita, dos bares (el de Mari y el Teleclub, aunque hace tiempo que cambiaron de nombres), otro par de parques, un polígono industrial, un par al menos de asociaciones (La Ilera y la Asociación Juvenil El Cueto, la principal estribación del pueblo aunque en su lindero norte se encuentra Sampol), centro de salud, farmacia y peluquería. Seguro que algo me dejo.
Oferta no falta aunque la emergencia sanitaria ha trastocado la vida diaria del pueblo. Todos echan en falta los bares de la plaza, el centro natural de reunión del pueblo.
En Santurde de Rioja viven los 286 vecinos censados pero, desde hace un mes, también son muchos los hijos del pueblo que decidieron, a tiempo, subirse a casa a pasar la emergencia. Los pueblos también están confinados pero la sensación de libertad, guste o no, es mayor. Si uno cuenta con leña suficiente en casa (el pueblo, como toda la zona, es húmedo y más si no se vive de continuo), la cuarentena casi no se nota. La compra se hace en Santo Domingo o en Ezcaray (aunque también hay venta ambulante en la calle), donde también se saca dinero. Además, rodeado de montes como está Santurde, las setas brotan por doquier (y estamos en primavera aunque no lo parezca). «No se pueden coger porque lo prohíbe la Guardia Civil», informan los vecinos, pero cuesta creer que dejen pasar tal manjar.
El 20 de marzo se pararon las obras de pavimentación del camino de la Torre, el que lleva a la ermita. Para las fiestas de Gracias, el reasfaltado debería estar acabado aunque para los dos primeros fines de semana de septiembre todavía queda mucho.
Celia Montoya es peluquera. Sabe que es «excepcional» que un pueblo tan pequeño cuente con peluquería pero es «porque Santurde está muy vivo». Bajó la persiana el «jueves 12 de marzo» y no sabe cuándo podrá reabrirla. Ya da por perdidos dos meses aunque la cuarentena económica «puede ser mayor». Había días que atendía «cinco servicios» y otros en los que «no pasaba nadie». Pero con sacrificio cuadraba las cuentas.
Tiene una clientela fija, que se incrementa en «verano y Semana Santa» con la llegada de veraneantes. Cuando pase la pandemia, Santurde seguirá siendo un destino privilegiado «aunque esto nos va a afectar a todos».
No hay fecha pero la peluquería volverá a abrir sus puertas al igual que los dos bares, la piscina (en verano) y las cuatro casas rurales. La emergencia se acabará pero la vida seguirá. Con pandemia o sin ella, Santurde es un pueblo vivo. Un privilegio en estos tiempos que corren. Pocas localidades con tan pocos tienen tanto.






