Días de penitencia en Portales
La capital tiene cinco calles que nos representan a todos por igual. El río Ebro, aún sin empedrar, Ruavieja (tan logroñesa como peregrina), la Mayor, Laurel (con su melliza San Juan) y Portales, la más logroñesa de todas. Todos presumimos de ella. Todos, incluida Betsy Blair, protagonista de Calle Mayor, nos sentimos parte de ella. Portales nació para ser vivida de lunes a viernes y disfrutada en fin de semana, por San Bernabé o San Mateo, y, sobre todo, en una Semana Santa que hoy inauguramos. El bicho se ha llevado por delante muchas cosas, entre ellas esta fiesta de interés turístico nacional.
Ayer miércoles, en Portales y aledaños, debería haber tenido lugar la Limpieza de Cristo y la Procesión del Encuentro, con la Virgen María partiendo a la búsqueda de Jesús de Nazareth. La película se filmó hace 2020 años y todos sabemos cómo acaba. Habla de la finitud y el calvario de la vida terrena, a la que estos días nos aferramos con fiereza. Su visionado no cansa. Hoy, Jueves Santo, es el turno de la Procesión de las Siete Palabras, preludio de la enmudecida Procesión del Silencio a caballo entre el Jueves y el Viernes Santo. Así hasta el Domingo de Pascua. Portales debería ser estos días un tripudio de tambores, capirotes y logroñeses extasiados ante un espectáculo que, pese a su condición de continuo déjà vu, nunca agota.
Además de las procesiones que tienen su meca en la concatedral de la Redonda (la más logroñesa de nuestra iglesias se asienta en la más logroñesa de nuestras calles), Portales ha sido siempre nuestra vía más comercial. La mayoría del centenar de negocios (tienda arriba, tienda abajo) que pueblan sus soportales, estaban de cuarentena. Abiertos al público permanecían, a mi paso, el estanco número 3, La Luci y El Ángel (también Kikos aunque no sé si vi doble).
La emergencia sanitaria ha cerrado negocios históricos como La Roja, La Mariposa de Oro, Dulín o El Plus Ultra. Antes de la irrupción del bicho, la globalización aún no ha podido con Tebriz pero sí pudo con el Villa de Madrid. Aunque el siglo XXI nos ha traído sabores de Italia (Verona o La Piadina) y Turquía (no faltan kébabs ni afterkebabs en la vía), Portales sigue siendo la calle más dulce de Logroño. Así lo atestiguan las dos golmajerías -no hay palabra más riojana para el paladar- que ofician en el tramo inicial de esta arteria, siendo La Golosina otro de los establecimientos históricos que conservan su esencia con el paso de los siglos.
En Portales se concentran cinco de las principales instituciones culturales de la capital: la Biblioteca de todos, la Fundación Caja Rioja, el Museo de La Rioja (lleva de lunes desde el 13 de marzo), La Gota de Leche (mañana festeja su 115 aniversario) y la Sala Amós Salvador, que hasta el 17 de mayo ofrece la muestra Arte Urbana.
La calle, además, cuenta con dos de las mejores librerías del ramo: la histórica de Gumersindo Cerezo (su escaparate cumple 90 años y nos recuerda que es el centenario de Galdós) y Castroviejo, en el Pasaje de los Leones. Si las golmajerías suponen una fiesta del gusto, la vidriera del librero Castroviejo es siempre un gozo para la vista. Entre cómics, encuadernaciones de lujo de Walton Ford y H. R. Giger (apocalíptico como son estos tiempos) figura el número de marzo de Mongolia. La revista satírica dedica su último ejemplar al país de Mao: ‘Let’s make China great again’.
Me despido de la calle pasando por La Bicha que nos recuerda: ‘Ahora ya sabes cómo es la calle sin pequeño comercio. #nodejesquedesaparezcamos’. Esta es la postal que ofrece Portales en vísperas de una Semana Santa sin Cristos crucificados ni Operación Salida. En nada se viene la Pascua -aunque nos la hicieron el 14 de marzo- y en breve llegamos a San Isidoro, 26 de abril, cuando es probable que mucho de esto acabe. Mientras tanto continuaremos penando en casa con esta penitencia.






