De todo esto ya casi nada queda
Hoy es 1 de abril, día consagrado en la vieja Europa para gastarnos bromas aunque nadie está ya para reírse ni de uno mismo. Eso sí, los españoles somos tan nuestros que retrasamos las inocentadas al 28 de diciembre. Aunque la de este año comenzó, para nosotros, el 14 de marzo.
Porque hoy es día de cobro, o debería serlo, y porque nuestros hogares no están para muchas bromas, este paseo diario propone acercarles a Cascajos, el barrio más dinámico de la capital riojana y donde, hasta hace bien poquito, latía el pulso industrial de la ciudad. De todo eso ya casi nada queda.
Cascajos, que para muchos de nosotros sigue siendo el barrio de La Estambrera, se planta en el sector sureste de Logroño, encajado entre las vías por soterrar del tren, la obra civil más importante que se acometerá en La Rioja en años, y la circunvalación, convertida estos días casi en una arteria peatonal más. Las calles Poeta Prudencio, Estambrera y Piqueras, fundamentalmente, vertebran la vida de uno de los barrios más populosos que nos ofrece el nuevo Logroño. Donde antes trajinaban trabajadores, a millares, hoy (es un decir) pululan cientos de vecinos, en un barrio vital, joven y bullicioso que, gracias al soterramiento, ha pasado de estar en la periferia a situarse a apenas diez minutos, de reloj, del corazón de la ciudad.
Si nos ponemos a andar por el pasado, entrando por Poeta Prudencio nos encontramos con Zapatillas Jiménez, el cuartel general de Ismael Andrés, firma que sigue alquitranando -entre otras muchas cosas- las carreteras riojanas, Ramondín (su marcha al polígono de Casablanca nos sigue doliendo; nunca superaremos esa afrenta fical por muchas batallas judiciales que ganemos) y SAVIN, acrónimo bajo el que se escondía la Sociedad Anónima Vinícola del Norte. De las primeras en llegar y de las últimas en marcharse. Todo lo que ahora hay construido en Miguel Delibes y Estambrera fue, hasta hace nada, SAVIN. Ahí se ubica la actual Parroquia de Santa María de la Vid. No hay en Logroño iglesia más riojana.
Desplazándonos hasta el sur, en lo que hoy viene a ser Lope de Vega, nos encontrábamos con cafés Greiba (ha sido, es y será el café de los logroñeses), ahora absorbidos por la duranguesa Baqué, y Pastillas El Avión, cuyo terreno se ha convertido en una maxiurbanización. Tampoco había que andar mucho para comprar sartenes en Fasga San Ignacio.
Mucho más lejos estaba la fábrica que dio fama y nombre al barrio: la Estambrera Riojana que, junto a Europunto y Euronavarra (ubicada ésta en Puente de la Reina), conformaban el hólding empresarial COFODESA. Los trabajadores y trabajadoras bajaron de los pueblos en aluvión para sumarse al ovillo empresarial del grupo francés Prouvost, dueño mayoritario de todas ellas. Tejían sueños e hilvanaban ilusiones haciendo de Logroño un moderno Tarrasa, un centro textil de primer orden. La Estambrera (dícese de la lana estimada por su calidad y la largura de sus fibras) empleó a casi un millar de empleados mientras que más de 500 personas estaban en nómina de Europunto. De ahí salían las lanas Pingouin Esmeralda o las telas Rodier. Sus nombres nos devuelven a los ochenta, cuando el sector primario, secundario y terciario musculaban, a partes iguales, la ciudad de Logroño.
Con la entrada de los 90, las fábricas se deshabitaron y comenzó la edificación del barrio. Aún quedan solares por ocupar, aunque la transformación del barrio en un par de décadas ha sido brutal. Me imagino que urbanización y especulación vinieron de la mano. Lo llaman progreso, me parece. Las calles de barro se asfaltaron, las naves y cobertizos se abatieron (aunque aún quedan algunos al final de Estambrera) y, con el cambio de siglo, el túnel de la calle Piqueras se vino abajo. La última que resistió fue Punto Richard’s, que aguantó todo lo que pudo y más. Sólo queda, como vestigio del pasado, la subestación eléctrica, frente al probablemente edificio más suntuoso de la capital: el Ciudad de Logroño. Me suena que alguien durante cuatro años prometió trasladar la subestación aunque creo que el bicho, una década después, sigue ahí.
El bicho y el crudo invierno han vaciado la Estambrera, vía donde, hasta hace nada, atascos y dobles filas convivían con naturalidad. Ahora, el Alcampo y el Carrefour Express han sustituido al Mercedes como punto de encuentro.
Esto, más o menos, nos ofrece Cascajos, un nuevo barrio que, como el resto de la ciudad y hoy que es día de cobro, contempla perplejo todo lo que nos está pasando.






