Alimento para la esperanza
Sergio Jiménez Foronda (EFE) / LOGROÑO
Cuando la práctica totalidad de comercios riojanos han cerrado por la declaración del estado de alerta ante el coronavirus, la tienda de alimentación Cocinados Gran Vía de Logroño abre por las mañanas para dar de comer a sanitarios y ancianos a modo de «labor social» y porque ahora «no nos vamos a rajar», dijo a Efe su dueño, Manuel Pinillos. Así definió Pinillos la tarea que realiza junto a su mujer y su hija durante los últimos días para poder ofrecer «un servicio mínimo a los clientes necesitados», que, en su mayoría, por su avanzada edad u otra dificultad, no están capacitados para hacerse en casa su comida, por lo que se la llevan ya hecha.
También los sanitarios de distintos puntos de La Rioja, como Haro, Nájera, Alberite y del Centro de Alta Resolución San Millán (CARPA) de Logroño, son receptores de la comida casera que Pinillos prepara junto a su familia, una tarea que realizan desde hace años junto a un grupo de trabajadores, por lo que, ante el estado de alarma, no se van a «rajar» ahora, señaló.
«Nos han llamado varios ancianos y personas invidentes que nos piden que les llevemos la comida a casa y, por supuesto, se la voy a llevar», destacó Pinillos, quien concretó que la de la Gran Vía es la única de las tres tiendas de las que es propietario que continúa abierta durante el estado de alarma, eso sí, con menos de la mitad de una plantilla, que en días normales alcanza las ocho personas.
Remarcó que sería «muy fuerte cerrar la tienda» y tener que decir a sus clientes que no les lleva la comida, de forma especial, a los sanitarios, quienes «están haciendo lo que pueden», por lo que cancelarles este servicio mínimo «no sería lógico», razón por la que continuará con su labor hasta que pueda o se le indique lo contrario.
«Voy a seguir para adelante y les voy a seguir llevando la comida, pese a lo que pase», puesto, que, de lo contrario, «los dejaría colgados, y máxime con lo que está dando esta gente a la sociedad», en referencia a los sanitarios, resaltó.
Esta tienda de alimentación se mantiene así abierta, pero con la única intención de cubrir este servicio mínimo, a la espera cada mañana de la llamada de personas mayores vulnerables para que les encarguen la comida de ese día, que reparten con mascarilla, guantes y con la ropa y manos desinfectadas de forma previa para impedir la transmisión del coronavirus.
«Los trabajadores que están con nosotros están todos de vacaciones hasta el próximo 1 de abril y ese día Dios dirá lo que tengo que hacer. Yo voy a seguir dando servicio, a no ser que caigamos alguno malo o que, por fuerza mayor, tenga que cerrar», insistió.
Casi un centenar de usuarios. En la actualidad, desde esta tienda se alimenta a diario a cerca de un centenar de personas, de las que cerca de 60 son trabajadores del ámbito de la salud y otras 40 son personas mayores y con dificultades para desplazarse y prepararse su comida.
Pinillos y su familia, quienes son las únicas personas que, por motivos de prevención, entran en el establecimiento en el que se preparan las comidas, no cesan en su actividad ni siquiera los sábados y domingos, ya que «los sanitarios y los ancianos también comen el fin de semana».Subrayó que no es «el valor económico» lo que les mueve a continuar en esta situación, sino «el amor propio» y su intención de realizar una tarea social «lo máximo» que puedan, ya que con los beneficios que obtienen no se subsanan los gastos de la tienda, pero «todo el mundo está igual».






