Cáritas prevé una crisis económica y social peor que la de 2008
Bárbara Moreno / Logroño
Desde Cáritas en La Rioja, su director, Fernando Beltrán, lo tiene claro, «la crisis sanitaria va a desembocar en una crisis económica y social peor que la de 2008. Y no sabemos cómo se va a salir, no lo podemos ni adivinar». Y es que estos voluntarios que están en la primera línea de otras de las batallas que va a desencadenar la pandemia del coronavirus, la pobreza y necesidad, ya lo están viendo en el día a día, ya hay más usuarios necesitados.
El último control lo hicieron hace solo unos días, y ofrecen ayuda, ya sea económica o alimentaria a 3.090 personas, de las que 629 son nuevas que han empezado desde el confinamiento. Del total 476 personas han ido a Cáritas en busca de importe económico (se paga facturas de agua, luz, gas o alquiler), «y el 35% de estas 476 son usuarios nuevos desde que empezó el confinamiento». Y el resto, 2614 personas han acudido a por comida, de las que el 22% (554), son personas nuevas, «y muchas de estas nos han asegurado que nunca se hubieran imaginado que iban a tener que necesitar pedir ayuda para comer». «Hay dramones importantes». «Y estoy seguro de que hoy la cifra es más alta», asegura Beltrán.
Han detectado que a las personas que iban a Cáritas se han incorporado familias que hacía tiempo que no iban. Pero, en general, como explica el director de la entidad, el perfil de los usuarios de Cáritas «nuevos» son o los que ya estaban al limite de la vulnerabilidad así como con contratos temporales, o muy precarios o en economía sumergida y que en este momento se han quedado sin nada; los que por ejemplo tenían niños que comían en comedor con ayudas y ahora no las tienen; familias monoparentales con problemas, y los que más, personas que no tienen documentación y están en España de forma ilegal y no pueden acceder a otras ayudas.
Y también desde Cáritas están estructurándose de otra forma. En principio, tuvieron que mandar a sus casas a los voluntarios mayores, por ser grupo de riesgo por el coronavirus para no contagiarse, y les han habilitado teléfonos (el 648413773) para hacer acompañamiento a enfermos o familiares aislados y personas en soledad. Y por otro lado, por ejemplo los técnicos de Cáritas se han entregado totalmente a la causa y trabajan como voluntarios. «Lo cierto es que da gusto dirigir una entidad donde las personas se comportan así».
Con todo, Cáritas ya trabaja a sabiendas de que va a ser una crisis muy larga. Van a reforzar áreas de búsqueda de empleo y de orientación, y distribuir bienes para que nadie deje de ser atendido, de hecho, si tienen que dar comida más de una vez al mes la darán. Así invitan a todos los que lo necesiten a que no duden en pedir ayuda y recuerda el teléfono 941252340 (el del arciprestazgo de Rioja Alta es el 630737940 Rioja, el de Ebro- Cidacos 682540352, y el de Alhama Linares 618035985). Desde Cáritas, con sus 685 voluntarios y 16 trabajadores quieren ante todo mandar un mensaje de esperanza, «porque estamos para ayudar a quien lo necesite».

Francisca es usuaria de Cáritas. / INGRID
«De salud estamos bien, pero de lo demás te puedes imaginar»
«De salud estamos bien, pero de lo demás, te lo puedes imaginar». Así responde Francisca Sánchez, una usuaria de Cáritas, a la primera pregunta que se le ha hecho telefónicamente desde el diario Noticias de La Rioja cuando se le ha preguntado por cómo llevan el confinamiento ella, su marido y sus seis hijos. Y no, no nos lo podíamos imaginar. Porque a veces la realidad supera la ficción.
Francisca Sánchez tiene 41 años, tiene siete hijos, uno está casado y ya no depende de ella, pero los otros seis sí. El marido tiene una enfermedad y tampoco puede trabajar de continuo. Así que ella lleva el sustento a casa cuando puede. Los niños tienen 21, 16, 15, 14, 11, y 9 años. Y la mayor también trabaja cuando puede. Pero ahora ninguno tiene ninguna prestación de ayuda económica. Cáritas les ayuda con la alimentación, pero según Francisca, les llega para solo unos días.
¿Y cómo viven entonces? Es la segunda pregunta que cualquier persona, ya no solo periodista, haría a esta mujer, «pues haciendo malabares», contesta, y eso sí, en eso es experta por desgracia.
Y así relata sus últimos meses, en los que además de la pobreza y necesidad que lleva años arrastrando, ha vivido lo que nunca en 41 años le había pasado, según dice, «he sentido el racismo, y lloraba de impotencia».
Francisca Sánchez tiene los números claros en la cabeza. Sus gastos fijos mensuales son: 300 euros de alquiler de la casa, 100 de luz y 100 de gas. Y el resto, para vivir. Ha trabajado de todo, desde cajera en un supermercado, hasta limpiadora, ayudante de cocina, repartidora, o en una empresa de embutidos. «No soy experta en nada pero me amoldo a todo». Cuando no trabaja le pagan la renta de la ciudadanía, 670, «que menos mis 500 de gastos fijos», lo que me queda al mes son 170. Su marido recoge chatarra con una de sus hijas cuando no está enfermo, pero ahora no puede salir por el confinamiento. Durante unos años fue usuaria de Cáritas, y le ayudaban económicamente o con comida, incluso trabajó, a través de la Fundación Cáritas Chavicar. Pero hace seis meses encontró trabajo de repartidora, y comunicó a Cáritas que no necesitaba ya ayuda que con el sueldo lo podía pagar ella. Entró para trabajar una semana y ya llevaba cuatro meses. Pero llegó la pandemia del coronavirus.
Francisca Sánchez es de etnia gitana, «pero ni por mi forma de hablar, ni mi físico lo parezco, así que igual por eso nunca he sentido el racismo». Y cuando llegó el confinamiento y los primeros contagios de coronavirus en Haro en personas de su etnia, «me empezaron a mirar mal, y a hacerme sentir peor. Me tiraban hasta las cajas al suelo, para no dármelas en la mano por si contagiaba y me echaron por ser gitana. Y nunca en 41 años me había sentido así. No me echaron por el coronavirus, me echaron por el racismo».
Hoy trabaja cuatro horas al día en una empresa de embutidos, y aprovecha este reportaje para pedir ayuda a quien pueda para que le den trabajo para hacer las ocho horas. «Yo prefiero trabajar que pedir, pero es lo que hay». Y cuando pueda, también trabajará en el campo. «Hay veces que hago hasta tres trabajos a la vez». Y aun así, pasan el mes como pueden, «y con comidas de cuchara como cocidos, arroces o pasta», que sale mejor.
Este es solo el caso de una de muchas personas que viven así no en continentes de al lado, ni de países de al lado, sino en nuestra Rioja, y de hecho esta familia es de Logroño de toda la vida. Y con todo, Francisca no desespera, porque como ella dice, «tenemos que dar gracias porque no nos falta un plato de comida y estamos bien de salud».






