¿Quién dijo confinamiento?
Bárbara Moreno / Arnedo
¿Quién dijo confinamiento? Es la idiosincrasia rutinaria de los monjes de contemplación como los de Valvanera. El prior, Agustín Prado, explica a Noticias de La Rioja que «nosotros en realidad deberíamos vivir confinados todo el año», y asegura que ahora sí que están llevando la vida de monje en estricta observancia, «como deberíamos hacer siempre», explica con un toque de ironía, pero reconoce que en realidad les gusta hacer lo que hacen a diario en el monasterio de la patrona de La Rioja, atender a los feligreses, y llevar una hospedería y un restaurante que son en realidad su principal ingreso y con el que se sustenta todo el mantenimiento del cenobio.
Precisamente ahora estaban viviendo en el monasterio cinco monjes, el último en llegar, Gabriel, hermano de Agustín, vino hace tres semanas precisamente para echarles una mano por la cantidad de trabajo que iban a tener a partir de este mes por Semana Santa ya sea de hospedería y de celebraciones litúrgicas, «es cuando más gente sube a Valvanera de todo el año, a misas, a pernoctar y a comer o cenar», añade el prior, aunque en cualquier caso el nuevo monje se quedará durante uno o dos años.
Ahora, los cinco, además de labores de limpieza que hacen normalmente del claustro, la iglesia y sus dependencias de clausura, cocinan, porque el restaurante está cerrado por el estado de alarma desde hace 15 días. El prior solo ha bajado una vez a Nájera a hacer la compra, y cogió por ejemplo 15 barras de pan que congeló para 15 días. Están haciendo cursos de retórica o de liturgia que tienen grabados, hacen videollamadas con otros monasterios, están limpiando el monte, en concreto donde se encuentra la ermita del Cristo, y tienen más tiempo para leer sus lecturas. «Lo cierto es que ahora cada uno está en su celda a las nueve de la noche, cuando antes del estado de alarma nos retirábamos mucho más tarde». Eso sí, siguen madrugando lo mismo, a las cinco y media de la mañana están ya en la capilla de la iglesia rezando los maitines. Y celebran la misa de la mañana, «pero ahora no sube nadie, claro». «Echamos de menos no ver gente, llevamos 15 días sin ver a nadie». Lo que sí están recibiendo son llamadas de personas que piden por sus familiares enfermos por coronavirus, y piden que recen por ellos y les pongan velas a la Virgen.
Vida más austera
Lamentablemente, han tenido que cerrar la hospedería y el restaurante y mandar a los trabajadores a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Estos recursos turísticos son el principal ingreso del monasterio, «y al igual que le va a pasar a muchas familias y negocios, no somos conscientes de que esto va a ser un desastre». «No sabemos cuánto tiempo podremos estar sin ingresos, es que no vendemos ni velas», añade el prior. La venta del licor también está paralizado, y eso que desde que volvieron a la botella antigua había repuntado la venta, y tampoco venden miel, porque su único punto de venta está en el monasterio y no puede subir gente. Así que, para intentar acarrear menos gastos corrientes de gasoil para la calefacción, luz y gas, ahora están más austeros que nunca, sin llegar a aquella vida monacal que todos podríamos tener en mente por la película de ´El nombre de la Rosa´, pero en total austeridad. ´ Es un momento difícil para todos, y queremos transmitir que estamos aquí para atender cualquier necesidad espiritual o de compañía aunque sea por teléfono´, destaca el prior. Al menos y de momento no se ha contagiado ninguno de los monjes por coronavirus, o eso creen.






