Un barrio a medio gas
La marmota Phil anunció el pasado 2 de febrero una primavera temprana. Nos equivocamos de pleno al interpretar su sombra. El pasado viernes saludamos la primavera pero el bicho nos recuerda cada día que seguimos en invierno.
Sirva el augurio de Phil para presentarles el barrio de La Guindalera, el último en sumarse al desarrollo urbanístico de la capital riojana. Los vecinos de este barrio llevan casi una década viviendo, como Bill Murray, su particular día de la marmota (Atrapado en el tiempo). Cada día es igual que el anterior, ni mejor ni peor, que conste, en una zona que sólo se anima, cada quince días, cuando la UDL juega en casa. El resto del tiempo, que es mucho y más desde la instauración del confinamiento, es ennui.
El callejero del barrio (Nestares, Castañares de las Cuevas, Panzares, etc.) nos acerca a los Cameros aunque desde La Guindalera Lardero hasta se puede tocar. El vecindario queda atrapado entre la circunvalación, Avenida Madrid, el parque Juan Gispert (el Ayuntamiento actual tenía prevista su conclusión pero será difícil llevarla a cabo) y, en su flanco sur, por Sequoias, antes de que ésta se diluya en Serradero, perteneciente a los vecinos de La Cava Fardachón. Todo lo que tienen éstos últimos les falta a los de La Guindalera que sólo ganan a sus vecinos en el atasco matutino que, entre 8 y 9 de la mañana, día sí y día también, tiene lugar en Avenida de la Sierra.
La Guindalera es un barrio dotacional (dos colegios, el público y el Montessori, que juega al escondite entre sus calles, un ambulatorio, una clínica privada, el estadio de Las Gaunas que sólo se llena el 5 de enero, el Palacio y abundantes zonas verdes) desprovisto, paradojicamente, de dotación comercial. No hay pan que llevarse a la boca pero sí tres bares que atendían, hasta hace quince días, las necesidades de esparcimiento: Toscana, Butterfly y Al Toque. Por el camino se quedaron Los Ángeles y el Guindalera, escondido junto al colegio. El caso más paradigmático es el de Al Toque, cuya gestión ha pasado en el último lustro por tantas manos que uno sospecha que el bar lo traspasan en Wallapop. Más allá de estos establecimientos, y el Mail Boxes, nada de nada.
Este ensanche se inauguró, año arriba, año abajo, hace una década. Levalta fue la promotora, casi en exclusiva, de edificarlo. La Guindalera prometía ser el lugar ideal para el retiro de la clase media logroñesa: edificios pintones, casas aireadas y amplias zonas comunes. Los pisos pilotos no incluían la letra pequeña: tabiques de plastilina por los que se cuelan hasta los secretos y un precio desorbitado, el que imponía el mercado antes de que estallara la burbuja.
La crisis, la gran anterior a ésta, acabó con la promesa de felicidad que proponía La Guindalera. El barrio nunca se habitó por completo, la promotora quebró pero, antes de hacerlo, llevó en su ruina a no pocas familias que escrituraron un piso que no podían pagar. Perdieron hasta los avales. Fue un desastre. Les dejamos a la intemperie.
Los bancos, principalmente Bankia (a la sociedad nos convencieron de que las personas de carne y hueso podían caer pero no así las jurídicas), se quedaron con las ruinas. El barrio se llenó de inquilinos y vovió a andar, siempre a medio gas. Hace un año, un par a lo sumo, las entidades financieras incrementaron los alquileres, por encima del IPC, de manera que muchos inquilinos se marcharon en masa. Fueron sustituidos por otros nuevos que es muy probable que dentro de unos meses se vean obligados a hacer las maletas. El ciclo de la vida.
Todo esto es lo que ofrece una Guindalera cuya atonía se ve interrumpida, los fines de semana, en torno a las 19.30. Desde la Avenida Moncalvillo, mirando a Lardero, se cuelan canciones que jamás se atreverán a pinchar en el bar Koxka de Alsasua. Antes de la ovación a los sanitarios, suena el paso doble Te quiero, la jota No te vayas de Navarra y el Bailar Pegados de Sergio Dalma. En bucle, sábado y domingo. Mejor eso que el trap que, hasta el viernes 13, se colaba por el aparcamiento del Palacio, el improvisado circuito de carreras con el que tampoco nadie contaba cuando se compró la casa de sus sueños.
Información de servicio: el barrio tendrá nuevos vecinos. Coblansa elevará en la calle Clavijo el Residencial La Guindalera. Ya ha cercado el descampado. 500 plazas menos para aparcar el coche en día de partido. Avisados quedan.






