El bicho puede hasta con San Patricio
El coronavirus también ha llegado a Irlanda y lo ha hecho con el país sin gobierno y asimilando las consecuencias que el Brexit pueda tener para la frontera imaginaria que separa la católica República de Irlanda del protestante Ulster, de la británica Irlanda del Norte.
Javier Martínez Álvarez (Logroño, 1987) vive en Galway, en el rincón noroccidental del país, al que llegó hace seis años. Trabaja en Electronic Arts, empresa líder a nivel mundial de un sector boyante como los videojuegos. La multinacional tiene en Galway su departamento de calidad y soporte técnico pero cuenta con sedes repartidas por toda Europa, incluido Madrid.
Hasta hace una semana, Galway, capital de la Cultura europea este año, vivía de espaldas al COVID-19. La ciudad, que cuenta con unos 70.000 habitantes que se reparten casi a partes iguales entre estudiantes, expatriados y oriundos, vivió un febrero loco, loco «con una tormenta tras otra». Todos los actos programados para festejar la capitalidad cultural «se pospusieron para marzo y ahora se han vuelto a atrasar», informa.
Los irlandeses han afrontado la llegada de la pandemia con la misma sensación de incredulidad que italianos, españoles o franceses. «Hace un par de semanas se cerraron las escuelas. Después las empresas, como la mía, implantaron el teletrabajo aunque en la gran mayoría de empresas ha sido voluntario», enumera. La gente vivió la sucesión de acontecimientos con naturalidad hasta que «se suspendieron los actos para conmemorar San Patricio (17 de marzo)», la fiesta exportada por los irlandeses a todo el mundo. «La gente entonces ya se lo tomó en serio», recuerda. Que el COVID-19 no era broma se constató en torno al día 15, «cuando se anunció el cierre de los pubs». Los pubs y la Guinness («que por supuesto no ha cerrado y ha seguido sacando barriles») son la verdadera religión de la Isla Esmeralda. Los pubs se cerraron en las grandes ciudades pero no así en el countryside (Irlanda cuenta con una población más dispersa que en el resto del continente) donde las leyes llegan mucho más tarde. Y cuando llegas su aplicación es mucho más laxa.
El penúltimo golpe de tuerca llegó en vísperas de San Patricio «cuando se vivieron las mismas escenas que en España, con lineales vacíos, escasez de papel higiénico. Igual que en Logroño». La gente compraba mucho, sin orden ni concierto: «La social distance (el metro y medio de distancia profiláctica para evitar contagios) no se mantuvo pero ya este sábado sí que es cierto que la gente ha guardado colas, se han establecido aforos en los establecimientos, etc.», informa. «Creo que es cuestión de días que en Irlanda», vaticina, «se imponga el lock down (confinamiento total)».
El bicho, por ahora, no ha hecho estragos ni en la macroeconomía ni en el sistema de salud irlandés aunque sí que ha ayudado a pinchar la nueva burbuja inmobiliaria que se estaba larvando. «En Galway están bajando los alquileres porque los estudiantes y muchos expats se han marchado», apunta. Él no va a volver, sabe que en Logroño la cosa no está mejor: «Mis padres saben que estoy bien. Simplemente me piden que no salga a la calle y se sorprenden de que el país todavía no esté cerrado». Las cifras de contagio y mortandad del COVID-19 en Irlanda son, por ahora, residuales : «Teníamos unos 900 casos pero en nada ha subido un 25% hasta los 1.200. Que se sepan que hayan muerto por el coronavirus ha habido seis, dos en las últimas 24 horas». «Aquí están en el punto que estábamos nosotros hace doce días. Hay dos Irlandas: la que está confinada, los que hemos visto en nuestros países el problema, y los que no ven el problema». Entre este último grupo figura un nutrido número de irlandeses «que fueron de vacaciones a Chentelham, Inglaterra, a ver la carrera de caballos (la segunda prueba más popular del Reino Unido tras la de Ascott)». «Imagínate cómo habrán vuelto», se despide.
La vida sigue en la verde Irlanda, que, como proclama la tradición, continúa siendo el rincón más despreocupado de Europa. Hasta que el virus reclame su death toll, su implacable peaje mortuorio, que lo hará como lo está haciendo en todos los países.






