El ring en una pantalla
Queda mucho confinamiento por delante. En breve, nos prorrogarán dos semanas más el placer de poder trabajar desde casa, compartir 24 horas al día con la familia y pelearnos por el mando de la televisión. El deporte sigue prohibido. Italia ya nos ha copiado y en breve lo harán en Francia o en Bélgica. Pero como no podemos salir a correr por la calle ni es cuestión de pegarnos por poner nuestro programa preferido, es muy probable que nadie discuta si les digo que el boxeo es el deporte que mejor da en plano.
Este, a efectos riojanos, acabó con la suspensión del Preolímpico de Londres pero todavía podemos emocionarnos con el deporte de las cuatro cuerdas sin salir de casa.
A continuación les ordeno las que para mí son las mejores películas de boxeo que se han filmado. Se rodarán muchas más pero creo que ninguna podrá superar al Jack Lamotta de Toro Salvaje. Es con total unanimidad la mejor. La firma un genio llamado Scorsese y ofrece a un Robert de Niro en estado de gracia. Golpea de verdad, no como en El Irlandés.
En segundo lugar incluyo a Rocco y sus hermanos. Quizás diréis que no es boxeo. Es mucho más, es la vida. Es la posguerra, el drama de la inmigración, el deseo de medrar. Lo tiene todo. La firma Visconti que además de ser un aristócrata fue un grandísimo director de cine. Fue uno de los primeros en fijarse en Lucía Bosé, fallecida ayer. No se asoma a esta película que nos descubrió al mejor Alain Delon.
La siguiente en mi lista es otro clásico. La dirige Mark Robson y la interpreta un gigantesco Humphrey Bogart, aunque como boxeador jamás hubiera pasado del peso ligero. Bogart ejerce de periodista corrupto cuya misión es encumbrar a Toro Moreno, un púgil mediano. Muestra todo lo que el boxeo tiene de industria, de producto manufacturado, pero Más dura será la caída es heroica en su decadencia.
La cuarta es Million Dollar Baby, con Hilary Swank repartiendo mandobles. Interpreta y dirige Clint Eastwood. De las mejores de Clint Eastwood y sólo tiene quince años.
La quinta va a ser para El Crack, de Garci. Alfredo Landa interpreta a Germán Areta, investigador privado, fumador empedernido y el mayor aficionado al boxeo que ha dado el cine español. A Jaime Ugarte, el periodista que más sabe de boxeo, le hubiera gustado participar en las encendidas tertulias boxeísticas que protagonizaban el barbero Rocky y Areta. El paseo de este último por el Madison Square Garden, en la parte final del metraje, es un sentido homenaje de Garci a este deporte.
La sexta va dedicada a la saga más importante del cine tras Star Wars: Rocky.
Las dos primeras (para algunos también la tercera) son dos películas mayúscula. La primera la firma John G. Avildsen. La segunda es de Sylvester Stallone, mejor actor y mejor director de lo que la gente cree. La saga tiene seis episodios a los que recientemente se han añadido dos más Creed I y II, con Donnie Johnson, hijo de Apollo Creed, ocupando la trama. Son buenas, un digno epílogo para la serie.
La séptima en mi opinión debe ser El ídolo de barro, con Kirk Douglas, el hijo del trapero, en uno de sus mejores papeles.
Acercándonos un poco más en el tiempo, aunque casi tiene un cuarto de siglo, está The Boxer, de Jim Sheridan. Para mí funciona como el cierre de la trilogía de en El nombre del padre y en El nombre del hijo. Temáticamente no hay relación aunque comparten el protagonismo de Daniel Day Lewis. Tras The Boxer, Daniel Day Lewis continuó haciendo grandes películas (y zapatos artesanos en Florencia) pero Jim Sheridan perdió el don.
Reservo el penúltimo puesto para The Champion, de Charlie Chaplin. Si no lo meto, Mónica Norte, del cineclub Elarrebato, se mosquea. Chaplin tiene que compartir este peldaño con El boxeador, de Buster Keaton, y con El campeón, de King Vidor. Antes de que lo sonoro se impusiera, el cine silente ya había retratado el boxeo. Incluye todos los tópicos del género: alcohol, caída, redención,… Pero son películas inmarcesibles.
La décima y última de mis preferencias es para The Fighter, con en mi opinión el mejor Mark Wahlberg, acompañado por Cristian Bale y Amy Adams.
Me he dejado fuera Ali, una buena forma de acercarse a uno de los mayores mitos de la edad moderna de Estados Unidos: Cassius Clay más tarde convertido en Muhammad Ali. Tampoco encuentro cabida para El beso del asesino, una de las primeras de Kubrick, y Yo hice a Roque III, otra del tándem de Andrés Pajares y Fernando Esteso.
En esta línea, el que fuera responsable de la sección de deportes de El Correo Rodolfo Aguado me dice que no me olvide de El Tigre de Chamberí y El marino de los puños de oro. Son malas de solemnidad. Y Jesús Sala me pide que apunte Cindirella Man, mayúscula, Redención (Southpaw, su título original, en argot significa zurdo) , típica, y Warrior.






