Blindados contra el COVID-19
Carmen Sánchez / Logroño
La crisis del coronavirus está provocando en gran parte de la sociedad un estado de ansiedad que llega incluso a paralizar. Estar en casa confinados y sobreinformados tampoco ayuda a sobrevellevar mejor la situación, sobre todo si la persona afectada forma parte de los patrones denominados de riesgo. Llega un punto en que el mero hecho de pensar en salir a la calle puede convertirse en una carga difícil de gestionar, especialmente si el destino es acudir a algún centro sanitario. Pero también, desde la más absoluta responsabilidad social, hay que lanzar un mensaje de tranquilidad y confianza en el sistema sanitario.
Los nervios y la incertidumbre han sido una constante desde el momento en que se acercaba el día clave: una analítica de sangre. La revisión de la App de Rioja Salud, que me informaba de que contactaría conmigo un profesional sanitario antes de la cita, me hacía dudar de si tendría que anular mi única oportunidad de dar un ‘paseo’ en ocho días.
Un día antes, contactaba conmigo una trabajadora del SERIS. El famoso cribaje telefónico. Antes de darme el visto bueno, me preguntaba si tenía sintomatología relacionada con el coronavirus. Tras la respuesta negativa me advertía: “Si en las próximas horas presenta tos o fiebre, por favor, absténgase de venir”, y me informaba de que no debía tomar ninguna medida de protección especial. Dudé si llevar guantes y mascarilla. Al final opté por lo primero. “El miedo es libre”, me dije.
Llegó el día X. No podía ocultar el nerviosismo, debido a mi periodo de gestación. El impacto de ver las calles vacías fue mayúsculo. Solo policía patrullando, barrenderos baldeando las aceras y transportistas suministrando a supermercados y tiendas de alimentación. Algunos vecinos con guantes y mascarillas, con sus perros o carros de la compra, alejándose de sus paisanos a su paso.
También fue sorprendente no ver el trajín que el centro de salud solía tener. Ni un alma, salvo el personal sanitario, y yo. Justo al entrar, un grupo de profesionales que custodiaba la entrada protegidos con guantes y mascarillas piden mi nombre y apellidos. Tras comprobar que figuraba en la lista, cuya tabla no pasaba el medio folio y en la que no habría más de veinte personas, se apartaron a un lado, me dejaron pasar, y siguieron con su conversación.
Esperaba que la sala de extracciones no tuviera tanta aglomeración, pero sí contaba con que tendría que aguardar la habitual fila hasta que me dieran paso. Pero nada más lejos de la realidad. La sala estaba completamente vacía. Accedí al instante, mientras intentaba no dejarme llevar por el miedo a contagiarme repitiéndome que no debía tocar nada con mis guantes. Pese a ello, la confianza en el sistema volvió de pronto al ver que estaba todo controlado, blindado. Ya en la sala, la conversación no se detenía. El runrún de fondo era monotemático, sobre no sé quién tenía síntomas y no sé qué más de primera línea del virus… “mente en blanco”, me repetía.
Al dirigirme a la puerta de salida sonaba el teléfono en las salas contiguas mientras a mis oídos llegaban palabras clave de la conversación: síntomas, tos, fiebre… Me despedí, les deseé ánimo y comencé a pensar en quitarme los guantes de forma segura y en lavarme las manos. Mientras lo hacía me cruce con otra persona, que entró al centro con mascarilla y guantes.
Al regresar a casa, tras subir por las escaleras, cumplí con las medidas de higiene recomendadas por las autoridades sanitarias y continué con mi rutina: teletrabajo, cumplir con las obligaciones y disfrutar de la familia.
Salvoconducto telefónico
Desde que estallara la crisis del coronavirus, los centros de salud de La Rioja se han ido adaptando a las circunstacias sobrevenidas a las que ha llevado el COVID-19. Son numerosas las citas de pacientes canceladas desde que se comenzara a aplicar el cribaje telefónico.
En total son veinte los centros que siguen este procedimiento, ocho de ellos en Logroño. El fin no es otro que evitar el contacto físico de posibles casos de COVID-19, tanto a otros pacientes como al personal sanitario, y agilizar las listas de espera de patologías leves, según precisa Salud.
Así, los profesionales sanitarios realizan a primera hora una valoración telefónica previa del estado de salud de los pacientes que tengan concertada una cita en su centro sanitario, que podrán ser atendidos telefónicamente o de forma presencial.






