Un barrio, dos o ninguno
Con La Cava Fardachón (¿con guion, sin él?) a muchos logroñeses nos pasa lo que a tanta gente con Ortega y Gasset. No sabemos si son uno o dos. También puede ser ninguno porque todo barrio que se precie tiene que tener problemas de aparcamiento y éste no los tiene. Cualquiera que se acerque al sudoeste de Logroño, ojo, no ahora, también vale en cualquier otro momento, aparcará a la primera sin necesidad de dar la vuelta a la manzana.
También se puede decir que es un barrio de broma porque, salvo en estos momentos, muchos de sus pobladores sólo pasan por ahí para comer o dormir. Eso sí, como broma hay que reconocer que es el que mejor está preparado para el confinamiento.
En sus modernas calles hace sitio a cuatro grandes supermercados (Dia, Lidl, Alcampo y Aldi, en cuanto pongan el BM y el Lupa los vecinos de La Cava o Fardachón, tal vez los dos al mismo tiempo, tendrán el sextete, como el Barça de Luis Enrique) y también a Mercarioja. Este barrio, en definitiva, es la despensa y la huerta de Logroño.
Alertado por un bulo, me acerco a Mercarioja. Se dice, se comenta que están subiendo los precios de la verdura. Falsa alarma. En Mercarioja todo sigue igual. Nada cambia. Siguen madrugando a la misma hora y las operaciones, en frutería y pescadería, se mantienen en sus márgenes. Si se nos dispara la cesta de la compra, no les culpemos a ellos.
Aunque los vecinos, por ahora, se reúnen de balcón a balcón, si esto va para largo perfectamente podrán hacer sus juntas de propietarios o cumpleaños en cualquiera de sus grandes superficies. Sería irresponsable, sería injusto para el resto de logroñeses pero si son discretos y les da por guardar la distancia preceptiva, sería legal. Están haciendo la compra. No tienen culpa alguna de estar a dos minutos de su casa y de tener tanto para elegir.

El Alcampo, en el límite del barrio, fue la primera gran superficie en llegar a Logroño. Si me la tengo que jugar, diría que se inauguró en 1989. Pero no estoy seguro. Ya no estoy seguro de nada, la verdad.
Por aquel entonces, el Alcampo era el hiper de todos. Después, la marca francesa se gentifricó y a su lado nació Parque Rioja, que me parece que también fue pionera en su género en nuestra región.
Ayer, su estampa era demoledora. Sólo cinco establecimientos abiertos: una óptica, una tienda de alimentación para cánidos y otros animales, la farmacia (en su día, la que más facturaba de toda España), una empresa británica de telefonía (sólo para duplicados de tarjeta) y la Papelería Santos Ochoa, antiguamente conocida como Librería Santos Ochoa.
Junto al Alcampo, se ubica el parque de bomberos. Los bomberos, no sólo en España, son los servidores públicos que despiertan admiración y respeto a partes iguales. En esta emergencia, son más necesarios que nunca. El barrio tiene además el campo de fútbol más grande de Logroño (Ciudad del Fútbol de Pradoviejo), cerrado a cal y canto, como el polideportivo o el Polígono Las Tejeras.
Bordeando por su flanco sur, nos encontramos, en el límite de la capital, con la Comisaria de la Policía Nacional y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, una de esas religiones llegadas con la globalización desenfrenada. No me digan qué venden. Creo que prometen confort espiritual y la salvación eterna. No sé si la venden por kilos o granel. No me importa. Con la religión me pasa lo mismo que con el ibuprofeno. No me fío. Unos dicen que sana y otros que no. Me huele a homeopatía, que conste, en unos tiempos en los que lo que necesitamos es medicina.
Acabo con información de servicio. El diésel en la gasolinera de Repsol está a 1,14 y la gasofa a 1,20. En la del Alcampo, a un euro y 1,09 respectivamente. No tengan prisa en llenar el depósito. Va a seguir bajando.
El barrio tiene más gasolineras que panaderías pero Pan Caliente, en la calle Clavijo, ofrece el mejor pan sobado de Logroño. Otro punto para La Cava. ¿O es Fardachón?
Vuelvo a Logroño y lo hago cruzando la pasarela. Hubo un tiempo, cuando todo era normal, que en los plenos del Ayuntamiento se debatían asuntos capitales como la reposición de las cristaleras de dicha pasarela. ¡Qué tiempos!
Me despido. Como ven, ni he nombrado al bicho.






