Rompiendo barreras
Carmen Sánchez / Logroño
Cuando una persona puede hacer frente a sus obligaciones diarias sin tener que sortear ninguna barrera no es habitual que se ponga en la piel de los que no tienen la misma suerte, como son las personas con discapacidad o movilidad reducida. Pero, cuando se hace partícipe de sus dificultades y toma conciencia sobre la realidad que les ha tocado vivir, es cuando puede ver las complicaciones que tiene que sortear a la hora de realizar las tareas cotidianas.
En pleno siglo XXI no se entendería que cualquier centro público no tuviera ascensores: hospitales, edificios administrativos, centros de salud, bibliotecas, comisarías… En este listado deberían figurar también los colegios públicos, pero nada más lejos de la realidad. Aún existen espacios educativos que solo permiten acceder a sus plantas superiores a través de las escaleras.
Es el caso del CEIP Obispo Blanco Nájera de Logroño que, pese a las obras que se han realizado desde que se construyera hace cuarenta años, a día de hoy sigue sin tener un ascensor que facilite a los alumnos, docentes y familiares el acceso libre de barreras arquitectónicas.
La construcción de un elevador es una vieja reivindicación del centro educativo, que ahora verá cumplida el próximo curso escolar 2020-2021, tras haber sido testigo durante años cómo los padres o los propios docentes ayudaban a los estudiantes con movilidad reducida a subir las escaleras.
Obras en verano
La Consejería de Educación, aunque ha autorizado la construcción del ascensor este año, ha pospuesto su ejecución al verano, con la previsión de que esté listo cuando se retome el período lectivo. Una decisión que va en la línea de lo que defiende la dirección del centro, puesto que iniciar las obras ahora sería un «dislate», no solo por las molestias que puedan ocasionar, sino también por la propia seguridad del edificio, al que a diario acceden 500 personas.
Los trabajos aún no se han licitado y el coste total del proyecto asciende a 80.000 euros. El ascensor se ubicará en el hueco central del edificio, donde solo se han renovado las ventanas de la zona que quedará exenta, mientras que la que albergará el elevador mantiene al carpintería originaria.
Para el centro educativo, que confía en que la construcción del ascensor sea una realidad el próximo curso, esta obra sería la «guinda al pastel» de una serie de mejoras que se han estado haciendo en el edificio, incluyendo su ampliación.
El ascensor garantizará una accesibilidad plena tanto a las personas con discapacidad, como a las que vayan con carritos de bebé o a las que tengan limitada su movilidad por alguna enfermedad.
Este proyecto se suma a las 106 actuaciones que en los últimos nueve años la Consejería de Educación ha desarrollado en los colegios públicos, y que están relacionadas con la mejora de la accesibilidad, la renovación de instalaciones y la construcción de nuevas dotaciones educativas por más de 26,5 millones de euros.

«El ascensor es una necesidad; es de ley»
La noticia no ha podido ser mejor recibida para Juanjo Chacón, padre de un alumno del centro educativo, que está en silla de ruedas desde hace veinte años tras sufrir un accidente de tráfico. Aunque recibe el anuncio con cautela y prudencia, no puede ocultar que, en parte, sus peticiones están a punto de poner fin a una década de reivindicaciones realizadas por el colegio.
Este padre comenzó a recoger firmas para reclamar al Gobierno riojano la construcción de un ascensor en el colegio el pasado 27 de noviembre por «necesidad» y una cuestión «de ley». Lo que pretende es que cualquier persona con problemas de movilidad o con alguna discapacidad pueda acceder más allá de la planta baja del edificio. Máxime cuando espacios como el salón de actos o la biblioteca se encuentran en dependencias superiores.
Este diseñador gráfico de profesión es el que se encarga de llevar y recoger a su hijo al colegio, mientras su pareja trabaja. Esta tarea la puede realizar ahora con cierta normalidad, ya que la clase del pequeño está en la planta baja. Pero a partir del próximo año lo tendrá algo más difícil porque subirá al primer piso. «Lo único que quiero es acudir al centro con normalidad, poder acceder al colegio como hace todo el mundo y que mi hijo no note la diferencia porque su padre no puede ir con él», matiza, al tiempo que recuerda que este año, de no haberse trasladado la función de Navidad a la Facultad de Educación no hubiera podido acudir.
La acogida que ha tenido su iniciativa hasta el momento ha sido «abrumadora», reconoce. Agradece también el respaldo y el apoyo que ha recibido tanto de los padres de los alumnos como de la dirección del centro, que ha atendido su petición desde el primer momento.
Pese a que la Consejería de Educación del Gobierno de La Rioja ha confirmado a Noticias de La Rioja que el proyecto será una realidad este verano, Juanjo seguirá reuniendo firmas hasta finales de enero -los modelos están disponibles en la secretaría del centro y en la Asociación La Rioja Sin Barreras- y «vea por escrito o haya algún compromiso público real de que se va a hacer». La idea es presentar la documentación a principios de año y de ahí en adelante esperar a que se cumpla lo prometido.
Mientras tanto seguirá sorteando las dificultades que encuentra cuando sale de su casa, como tirar la basura, ya que los contenedores no son accesibles. Tampoco paseará con normalidad por el parque del Iregua, ni por los pasos de peatones mal ejecutados, ni por las aceras que sean testigos del incivismo de los dueños de los animales que hayan pasado por alto recoger sus excrementos, ni podrá aparcar en las plazas para discapacitados ocupadas por conductores sin esta condición.
Pese a todo, Logroño, recuerda Juanjo Chacón, es una ciudad «muy cómoda» y mejor que otras localidades en materia de accesibilidad.






