Alegría en el último suspiro
Efe / Logroño
El Logroño despidió el año imponiéndose por 23-22 a Anaitasuna en un duelo que se resolvió en la última jugada de los locales, que Garciandia convirtió en gol a falta de siete segundos.
Así acabó un partido que respondió a todos los condicionantes de un derbi vecinal. En esa tónica, el choque siempre fue igualado, con más emoción que buen juego, acciones duras, errores arbitrales polémicos para ambos pero, sobre todo, incertidumbre.
Más allá de eso es difícil explicar quien fue mejor, porque los dos equipos explotaron bien sus puntos fuertes y tuvieron momentos en los que dieron la sensación de dominar, pero no fue real ni definitivo en ningún caso.
El Logroño empezó mal el partido y durante diez minutos dio la iniciativa a un Anaitasuna muy intenso y con un Nantes efectivo. Pero en cuanto los riojanos empezaron a carburar se colocaron por delante, gracias sobre todo a Moreira, una pesadilla para la defensa navarra. El gallego marcó cinco goles y provocó cuatro de los cinco penaltis que su equipo transformó antes del descanso. La superioridad del equipo riojano en el centro fue más evidente en la recta final del primer tiempo y llevó el marcador al 15-13 en el intermedio.
Tras la pausa, el Logroño siguió casi siempre por delante, pero cada vez demostró estar más cansado, lo que benefició a un Anaitasuna con más banquillo y muy intenso. Dos goles en balonmano son muy poca distancia y esa es la máxima que tuvo el Logroño en el segundo tiempo, en el que Moreira estuvo mejor defendido.
Así, en cuanto los riojanos encadenaron dos errores vieron como el Anaitasuna igualaba el marcador e, incluso, se ponía por delante (19-20) ya en los últimos diez minutos. La igualdad continuó hasta culminar en el empate a 22 a falta de tres minutos, momento en que los porteros se erigieron en protagonistas hasta la irrupción feliz de Garciandia a falta de siete segundos.






