«El k2 es la montaña perfecta»
La montañera asturiana Rosa Fernández (Cangas del Narcea, 1969) participa este jueves, por partida doble, en la II Semana de los Deportes de Montaña, puesta en marcha por la UR y la Sociedad de Montaña Iregua. A las 16.30, en la Sala de Grados del Edificio Quintiliano, compartirá su experiencia durante el trienio 2009-11 en el que derrotó al cáncer y comenzó su colección de ‘ochomiles’. Por la tarde (Ayuntamiento de Alberite, 20.30 horas) informará sobre el proyecto cumplido de escalar las siete cumbres más altas de cada continente. El ‘7’, reconoce, es un número que le ha marcado: «Acabé las siete cumbres en 2007, llevo siete años dada de alta (superó un cáncer de mama), el club Una a Una cumple siete años y en 2019 trataré de subir mi séptimo ‘ochomil’».
Así, de camino a Logroño, con una parada en Samaniego, a los pies de Sierra Cantabria, habla de su pasión alpina. La asturiana, nacida en un pueblo muy montañero como Cangas del Narcea, empezó a escalar a los 19 años, pasión que ha compartido con la bicicleta «y eso que hasta los 40 años no aprendí a andar en bici».
Ha compaginado su actividad como montañera y como amante del ciclismo de altura. ¿En qué faceta se siente más libre?
Las dos me gustan. Fue en la bici donde empecé a sufrir. De hecho, me parece más dura que subir una montaña en Picos o Pirineos. La bici te da una libertad tremenda. Empecé a andar en bici porque quería ver el Everest.
7 Cumbres, seis ‘ochomiles’, numerosas travesías. ¿De qué aventura se confiesa más orgullosa?
En el 2000 fue de Lhasa a Nepal (Katmandú). Fue una gran aventura, vi el Everest de cerca, por la ladera norte. Fue muy duro. No había casi carreteras, eran pistas muy difíciles para rodar. Fueron 1.100 km. en quince días, a 3.700 metros de altura y superando cinco puertos de más de 5.000 metros. Y, como montañera, si tengo que elegir, me quedo con el Everest porque llevaba muchos años pensando en ello y me quitó muchas horas de sueño. Obviamente, como experiencia vital, la montaña más tremenda ha sido el cáncer.
Lleva seis ‘ochomiles’ pero antes fue la primera española en completar las 7 Cumbres. ¿Qué es más importante, coleccionar ‘ochomiles’ o las 7 Cumbres?
Puedo ir a una montaña dos o tres veces y me lo sigo pasando bien. Todas son bonitas. Por ejemplo, donde más disfruto es en Asturias, en Picos. Las 7 Cumbres fue un reto muy bonito, conoces culturas y gentes diferentes. Ese proyecto ahora sería impensable porque montañas como esa cada vez son más caras.
Enlazando con la reflexión que apunta, ¿cree que el montañismo ha perdido sus esencias? Da la sensación de que ahora es una actividad más cercana al turismo que a la aventura.
La montaña sigue siendo la misma. Somos nosotros los que cambiamos. Ahora, por ejemplo, la gente va a la montaña a correr y ya no se ven escaladores. La gente con dinero que le apetece subir el Everest, lo sube. Hace años eso era impensable. En 2005 lo subí con una japonesa a la que le ayudaban a ponerse los crampones y que ponía en riesgo su vida por hacerse una foto en la cumbre. Sé de gente que paga 130.000 dólares por subirlo y lo sube…
¿Se siente reconocida?
No soy muy conocida, eso es cierto aunque por las 7 Cumbres sí se me conoce. Está claro que no soy Edurne (Pasaban) pero no me quejo, que conste. La montaña es parte de mi vida.
Entiendo que tras hollar las 7 Cumbres, el reto de los 14 ‘ochomiles’ es cuestión de tiempo y dinero. Encontrar financiación es siempre lo más difícil.
Es muy complicado. Siempre digo que lo más difícil es llegar al campo base. Luego es la montaña y yo, escalarla, que es lo que sé hacer y lo que me gusta. Encontrar patrocinadores es lo que cuesta. Es duro. El año pasado quería ir al K2, pero no tenía dinero y lo cambié por el Dhaulagiri, donde coincidí con Carlos Soria. A veces hay montañas que se te resisten.
Messner y Wielicki, los padres del alpinismo moderno, han sido reconocido con el Princesa de Asturias. Messner señalaba que los nuevos retos del alpinismo irán orientados a buscar ‘sietemiles’ inexplorados…
Estuve con ellos. No sé, creo que aún se pueden abrir nuevas vías para gente con un gran nivel. Siempre hay cosas por hacer. Sé que Messner dice que las ‘invernales’ es una moda pero Wielicki vuelve ahora a hacerlas. Aunque la montaña está más enfocada a la competición, quedan cosas por hacer.
¿Qué retos le aguardan en 2019?
Me gustaría subir otro ‘ochomil’ y que fuese el K2. Llevo años pensando en esa montaña. Una vez una avalancha nos llevó todo el material en el Campo 1 y en el 2 y me quedé con las ganas. Es la montaña perfecta, la que dibujaría todo niño…






