Rusia se pasea, pero fuera del Luzhniki
NR / MOSCÚ
Leningrado aguantó mil días el asedio nazi y Moscú no se rindió a Napoleón pero, a partir de las 16 horas, la selección española, espoleada por pocos pero ruidosos aficionados, tratará de clasificarse para los cuartos de final del que puede ser su segundo Mundial. Como Argentina en el 2014, el cuadro español es un chollo pero eso pasa por superar a los anfitriones que, al atronador grito de Rossiya, Rossiya (a eso se reducen los cánticos locales), quieren seguir soñando en grande.
Como sucedió en Sochi, Kazán o Kalingrado, la afición española es una excepción (no faltarán riojanos en las gradas) en un estadio que se teñirá de rojo, el de las futbolki (camisetas) rusas que pueblan desde hace horas las inmediaciones del Estadio Luzhniki.
Banderas rojigualdas se ven, pero muchas veces son impostadas: aficionados asiáticos con el dorsal de Iniesta a la espalda, australianos que simpatizan con la Roja o, como los de la imagen, aficionados estadounidenses con raíces asturianas.
Pero apenas son unas gotas -jarreó por la mañana en la capital y amenaza con volver a hacerlo- en la inmesidad rusa, con seguidores procedentes del Cáucaso (las kubankas, gorros típicos de esta región, vuelven a poner un color exótico a la grada), de la isla Sajalín (diez mil kilómetros al Este) o del norte del país.
Rusia se pasea en el Luzhniki, lo que pase en el césped es otro cosa.






