Un hasta luego y un cambio de ciclo
28 minutos, casi medio partido de balonmano. Ese es el tiempo que estuvo Jota González despidiéndose de los que, durante estos once años, le han apoyado en la etapa iniciada allá por julio de 2007, cuando no era más que un «total desconocido», crecido a la sombra protectora de Juan Carlos Pastor y del Valladolid, para cambiar la historia del Ciudad de Logroño, un club que por aquel entonces aún no había cumplido cuatro años y cuyo horizonte cercano pasaba por aferrarse, con mucho sufrimiento, a la Asobal.
Una década después, Jota González es uno de los técnicos más reputados de la Asobal y el Ciudad de Logroño, una referencia indiscutible en una liga acaudillada por el Barça desde hace más de un lustro.
En su larga intervención, Jesús Javier González (Valladolid, 1972) tuvo palabras de agradecimiento para los Segundo Viguera, Ángel Rituerto y Ángel Oregui, los directivos que primero apostaron por él y después le sostuvieron en plena tormenta. «Confiaron en mí cuando era un total desconocido. Me acuerdo mucho del primer año porque más de una vez dije que quería volverme», recordó. «No me sentía querido ni valorado, pero tuvieron una confianza ciega en mi trabajo», agradeció.
En sus últimas palabras como técnico del Ciudad de Logroño, no dejó de acordarse de Miguel Ángel Velasco, al que le une una relación de 18 años, pero también de «Xenxo, Pedro (Terreros) y José Quemada, mi fiel escudero». Al referirse a su sucesor, recordó que su despedida es un «hasta luego, porque seguiré viniendo, pero quizás un hasta nunca porque Miguel Ángel Velasco lo va a hacer muy bien. Tiene una calidad humana y deportiva insuperable, aunque sé que no me creéis», agregó.
Tras pasar capítulo a todos los técnicos, se refirió a los jugadores que le han acompañado durante sus 400 partidos como técnico en Logroño, el primero de los cuales acabó con derrota por la mínima ante el Algeciras. «Quiero tener un agradecimiento especial a Gurutz Aginagalde -que le acompañó en su intervención- porque empezamos juntos en unos años muy complicados y me apoyé en él», principió al tiempo que recordó a Rubén Garabaya, «que no quería ser referente ni capitán pero dio un paso adelante y fue como un tercer entrenador», y también a dos jugadores del pasado: «Marc Amargant y Unai Arrieta». Pero el pucelano fue autocrítico con su gestión del vestuario: «Pido perdón a los jugadores con los que no me porté muy bien. Soy un entrenador muy duro. Mi mayor error ha sido el trato con los jugadores. No he sido un técnico moderno, un psicólogo,… Espero que me perdonen», se sinceró.
También tuvo unas palabras de elogio para el apoyo de la afición, primero de la mano de la Peña Maiden y después de Orgullo Franjivino. «Creía que era muy valorado fuera del Palacio, pero muy poco en el pabellón. Pero me quedo con el recuerdo del último día, cuando la gente me ovacionó».
Y, por supuesto, su despedida tuvo una dedicatoria especial para Monse, que le ha acompañado en los últimos años: «Hata que no llegué a Logroño, nunca había tenido pareja.Soy muy raro. Ni un día he estado en desacuerdo con ella. Me cambió la vida».
Y, entre agradecimiento y reconocimiento, Jota explicó las razones de su marcha al PSG de su amigo Raúl González («me dedicó la victoria de Champions. Ha sido mi gran valedor y mi mejor crítico. Gracias a él soy mejor entrenador»): «Han sido once años de mucha presión personal. Me voy por eso. Creo que el cambio va a ser positivo para el equipo y para el club. Me hacía falta», se despedía consciente de que el acto de ayer no deja de ser un «hasta luego» porque, tras una década entre nosotros, «seguiré viniendo bastante». «Logroño es mi casa. Vendré de vacaciones. No es una despedida sino un cambio de ciclo», completaba un profesor de matemáticas que nunca imaginó que llegaría a ser entrenador profesional de balonmano.






